domingo, 23 de febrero de 2014

Opinión de Josep Asensio: ‘Los mismos perros con los mismos collares’







http://www.isabadell.cat/2014/02/opinion-de-josep-asensio-los-mismos-perros-con-los-mismos-collares/#comments

Cualquier persona que más o menos esté al tanto de la actualidad o que demuestre un poco de interés por lo que sucede a su alrededor, puede alucinar o flipar ante situaciones que escapan a lo, llamémosle ‘normal’, quedando inmersos en un estado de atascamiento de la memoria que puede inclinarse hacia el desprecio o hacia la implicación. Suele ser el primero el que mayoritariamente eligen las personas abrumadas por espejismos muy auténticos y los protagonistas de la inmundicia se frotan las manos percibiendo el desencanto que les importa un pepino, pues sus objetivos no pasan por complacer a sus esclavos.

Cuando un candidato decide rodearse de los suyos hay dos maneras de hacerlo: bien o mal. En el caso que me ocupa es tan patéticamente malo que raya la ordinariez. Las sonrisas forzadas de los sometidos, o bien porque la teta de la vaca es la que le da sustento o porque alguna vez pensaron que podrían llegar al lado del que está en el pedestal, demuestran una fascinación paranoica que raya lo surrealista. Ignoro si hay un casting pausado y organizado detrás, pero por lo visto, solamente el gesto labial forma parte de la más mísera de las obligaciones, para intentar transmitir a la ciudadanía un resquicio de buenas voluntades que ya, por el solo hecho de conocer a aquellos que se presentan, sabemos que se trata de una broma de mal gusto.

Pero los héroes, salvadores de la patria y caudillos con el estómago lleno y bien agradecido siguen en sus trece regurgitando unas mentiras tras otras, lanzando promesas arrebatadoramente inciertas puesto que en la más estricta intimidad hacen lo inversamente proporcional a lo que antes han dicho. Ejemplos me vienen a la mente cuando aquella niñata a la que se le llena la boca de humanidad y de pasión por los pobres, en el trato familiar confiesa que le da asco reunirse con determinadas etnias, aunque eso se le olvida fácilmente cuando a final de mes su potente nómina deshace el entuerto en su cerebro. O aquel otro que clama por tener un lugar en el mundo y sus compañeros de trabajo rezan para que se cumpla su deseo y no vuelva a la profesión puesto que su ineptitud es tan flagrante que prefieren que no retome su actividad profesional.

Pero volviendo a los que circundan a los máximos ídolos, hay que reconocer que sus estómagos tienen que tener unos jugos gástricos muy resistentes, pues lo que han que tragar es tan sólido que en verdad sus paredes estomacales deben estar fuertemente endurecidas para no producir una no deseada úlcera. Algunos agotan hasta la saliva, de tanto lamer, claro, pero una y otra vez sus cuerpos elaboran nuevas dosis de fluido baboso para regocijo de sus tiranos, que nunca agradecerán tan gratificante y tremendo esfuerzo.

Y pobre de aquel que se atreva a levantar una ceja más alta que la otra, porque se verá inmediatamente apartado del supuesto poder que proporciona el estar al lado del elegido. A pesar de las frases rimbombantes y biensonantes, la discrepancia es vilmente castigada con el desprecio, el ultraje y el desaire, uniendo a todo esto el más estilo altivo y orgulloso de las mafias que existen por doquier.

Las fotos están ahí. Basta con dedicar unos segundos para percatarse de la frialdad de los que se encuentran en el centro y de la capacidad de los marginados para amoldarse a la situación. Sea cual sea su objetivo, estos últimos denotan en sus semblantes quizás el miedo, quizás terror absoluto; algunos, consciente o inconscientemente también adulación creíble y cargada de buena voluntad, pero son tan pocos que quedan relegados a un segundo plano o aprovechados por el máximo o la máxima gerifalte para usurpar su bondad. Todos juntos forman un ensamblaje de un dramatismo apabullante. Como un andamiaje falso e ilegal apuntalan un edificio que hace tiempo que está en ruina, intentando salvar lo que ya está completamente podrido y donde muchos cascotes han ido cayendo sobre el pavimento. Intentan adecentar la fachada sabiendo que dentro ya no queda absolutamente nada, ni ideas, ni personas, ni proyecto. Aun así, sacan fuerzas de flaqueza, imponiendo voluntades y arrasando con aquello que creen que les puede impedir su triunfo. No escatiman esfuerzos para sobrevivir a la hecatombe y como jabalí herido, tratan de embestir a diestro y siniestro. Justo detrás, van cayendo más cascotes, llenando el cesto de deshonestidad, detritus maloliente y sonrojo ajeno y donde una poderosa patada se hace ya urgente.
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Josep Asensio, opinió
SOBRE JOSEP ASENSIO
Filòleg i professor de secundària. M'agrada el mar, París, Carcassonne i Águilas (Múrcia). Tornaria mil vegades a Granada. El meu somni: viatjar a Islàndia. Cada dissabte podreu trobar un article meu, analitzant o no el que passa al món.Veure tots els articles de Josep Asensio →

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